Por Franck Gaudichaud
Revista Memoria – México
A más de 40 años del golpe de
Estado que derrotó a la vía chilena al socialismo y a 30 años de la fundación
del mayor movimiento social del continente, el Movimiento de trabajadores
rurales sin tierra (MST) de Brasil; a 20 años del grito zapatista ¡Ya basta! en
Chiapas en contra del neoliberalismo y del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN) y a más de 15 años de la victoria electoral de Hugo Chávez en
Venezuela (y transcurridos más de dos años desde su muerte), los pueblos
indo-afro-nuestroamericanos y sus tentativas de construcción de gramáticas
emancipadoras parecen encontrarse en un nuevo punto de inflexión. Un ciclo de
mediana duración, social, político y económico parece agotarse paulatinamente,
aunque de manera no uniforme, ni para nada lineal. Con sus avances reales (pero
relativos), sus dificultades e importantes limitaciones, las experiencias de
los diferentes y muy variados gobiernos “progresistas” de la región, sean
procesos meramente de centro-izquierda, social-liberales, o -al contrario-
nacional-populares más radicales, que se reclamen anti-imperialistas o se
descalifiquen en los medios conservadores como “populistas”, sean revoluciones
bolivarianas, ando-amazónicas o “ciudadanas” o simples recambios
institucionales hacia el progresismo, estos procesos políticos parecen topar
ante grandes problemáticas endógenas, fuertes poderes fácticos conservadores
(nacionales como también globales) y no pocas indefiniciones o dilemas
estratégicos no resueltos.