Llegaron a tener
360 empleados. Pero quedaron 22, en la quiebra, y conformaron una
cooperativa para reactivar una fábrica
de jugos que había sido
vaciada. Sin dinero para operar, se financiaron vendiendo cartones y
hoy producen 1,8 milliones de botellas de jugos por mes.
Por Gabriel Martín
La pulcritud de la planta de Lanús
Oeste es absoluta y estricta. El único sonido que musicaliza la
jornada laboral es el de la máquina que acomoda las botellas
plásticas que, en una fila sin fin, son rellenadas con jugos a ritmo
constante.
Cuando comenzó a operar en 1985,
Jugos Suin tuvo un crecimiento astronómico en apenas una década.
Atravesó el estallido de fines de los '80 con pocos años en el
mercado y mantuvo su crecimiento, alcanzando su techo en 1995.
Llegó a tener tres plantas
distribuidas en Dock Sud, Barracas y Lanús con 365 trabajadores. Al
auge del primer decenio, le llegaría la debacle que terminaría en
la quiebra, en los diez años siguientes.
La empresa, propiedad de Claudio
Roberto Balducci y José Walter Shore se convertiría en Citrus
Argentina SA, presuntamente integrada por otros tres miembros.
Promediando la década
menemista, las ventas comenzaron a bajar y financiar la operatividad
era una misión cada vez más complicada, y la patronal comenzó a
pegar por donde siempre: los trabajadores.
Comenzaron despidos al por mayor, de
a veinte y cincuenta laburantes. Para 1999, ya habían vendido las
plantas de Dock Sud y Barracas, trasladando a todos los trabajadores
a las instalaciones de Lanús. Y allí comenzaron despidos al por
mayor, de a veinte y cincuenta laburantes y en un momento los dueños
emitieron al mismo tiempo la friolera de 170 telegramas de despidos,
lanzando a la calle de un país, con un modelo acabado, a familias
que tardarían, en la mayoría de los casos, mucho tiempo en
encontrar otro sustento.
Sólo quedaron 67 compañeros. A
fines de 2001, apenas eran 37.
Juan Aguirre, tiene 52 años y comenzó a trabajar en Suin en 1990 como operario general, y cinco años más tarde fue elegido como delegado gremial por sus compañeros. En diálogo con Tiempo Argentino, Aguirre relata que para 2001 "la patronal comienza a alejarse de la dirección personal de la fábrica y la gestión queda a cargo de una jefa de personal, otra de compras y el jefe de producción" y agrega que luego realizaron otra maniobra: "Dijeron que le habían vendido la planta a una persona, José Antonio Cantero, que vino y comenzó a vaciar a la empresa, vino con los zapatos destrozados y se fue en un Mercedes Benz."
Juan Aguirre, tiene 52 años y comenzó a trabajar en Suin en 1990 como operario general, y cinco años más tarde fue elegido como delegado gremial por sus compañeros. En diálogo con Tiempo Argentino, Aguirre relata que para 2001 "la patronal comienza a alejarse de la dirección personal de la fábrica y la gestión queda a cargo de una jefa de personal, otra de compras y el jefe de producción" y agrega que luego realizaron otra maniobra: "Dijeron que le habían vendido la planta a una persona, José Antonio Cantero, que vino y comenzó a vaciar a la empresa, vino con los zapatos destrozados y se fue en un Mercedes Benz."
En ese momento la empresa perdió
los cinco autoelevadores, los tornos y las máquinas de llenar las
gaseosas y hasta las computadoras. En un mes, había liquidado el
stock. En la fábrica ni sabían quién era. El atraso salarial ya
llevaba ocho meses.
Y finalmente se llegó a un límite.
El presunto dueño nuevo también quiso vender la máquina productora
del jugo, lo que significaba directamente el fin de la fábrica. "Le
dijimos que no, y con esa máquina es que hoy producimos en la
cooperativa", cuenta Juan. Con los sueldos atrasados, a
comienzos de 2002 los empleados de Suin decidieron tomar la fábrica
por única vez: "En dos horas apareció la plata", cuenta
Juan.
De entre las cenizas y cartones. En
agosto de 2005, Jugos Suin llegó a la quiebra. Hacía tiempo que los
trabajadores no tenían ingresos y cuentan que la mayoría vivía de
prestado para poder alimentar a sus familias, endeudándose. Apenas
quedaban 22. Meses antes, Cantero quería retirar la máquina
rellenadora de envases, afirmando que compraría una nueva. "No
le creímos y se fue diciendo que la traería para que viéramos que
no mentía. Se fue y no lo volvimos a ver nunca más", cuenta
Aguirre.
Al mes siguiente llegaron a la
puerta de la fábrica los síndicos con la orden de desalojo y
pudieron negociar que quedaran tres laburantes en el interior,
custodiando las máquinas y cobrando un salario, pero esto duró
apenas un mes más, hasta septiembre, cuando se produce el desalojo
definitivo.
"Uno de los trabajadores que
vive a la vuelta de la planta se dio cuenta de que habían dejado la
puerta abierta, por lo que si querían se llevaban las máquinas y no
quedaba nada, pero ahí nos movilizamos y fuimos a la comisaría a
hacer la denuncia, como les ganamos de mano a los síndicos, nos
pusieron en guarda judicial", cuenta Aguirre.
Así es que los laburantes, en una
fábrica arrasada, sin fondos, sin luz ni agua siquiera, comienzan a
avanzar hacia el único plan viable para preservar la fuente de
trabajo.
"No conocíamos nada de la
realidad de las empresas recuperadas en aquel entonces",
rememora Aguirre: "Empezamos a recibir ayuda de otros compañeros
de autogestionadas, aprendimos de sus experiencias, yo apenas tenía
una vaga idea de cooperativismo con un compañero. Fuimos al
sindicato pero nos dejaron solos y finalmente nos pusimos en contacto
con un abogado del municipio que nos dio una mano y nos conectó con
un colega de él para conformar la cooperativa.
De ese modo, se oficializó el 25 de
diciembre de 2005 la Cooperativa Citrus Argentina.
En la mayoría
de los casos de cooperativas surgidas de una empresa fallida, se
encuentra la carencia de personal administrativo que, cómo es
natural, accede primero a la información de la situación real de la
fábrica y decide marcharse antes del final, es la comercialización:
"Fue de lo más difícil para nosotros, no teníamos idea de
cómo hacerlo, pero algunos compañeros comenzaron a salir a la calle
y hacerse cargo de la venta, y fuimos adquiriendo experiencia y así
empezamos a crecer", explica Aguirre.
Los nuevos socios afrontaron las
deudas heredadas por falta de pago de numerosos créditos y
revirtieron de ese modo la pésima imagen que se había generado
entre los clientes de la antigua firma. Las deudas, cuentan los
trabajadores, llegaron a casi 30 millones de dólares, de los cuales
un millón y medio correspondía a salarios, aportes patronales,
beneficios e indemnizaciones por despidos jamás liquidadas.
Los clientes fueron una tarea
difícil. Muchos habían pagado por adelantado mercadería que nunca
les fue entregada y los trabajadores tuvieron que desarrollar
intensas reuniones para revertir la situación.
Como capital inicial contaban con
cero pesos. Lograron rehabilitar los servicios esenciales, agua y
luz, con dinero que les prestaron los trabajadores del Astilleros
Unidos de Dock Sud.
Pero había que producir y no había
con qué. "Empezamos vendiendo cartones y otras cosas que
encontramos en la planta y nos hicimos de los primeros fondos para
empezar a producir", recuerda Juan Aguirre, que ahora es
presidente de la cooperativa Citrus.
Casi una década después de poner
en marcha la autogestión de la fábrica, los trabajadores de Citrus
envasan 300 mil packs de seis botellas por mes (1,8 millones de
envases), produciendo 30 mil litros de jugos concentrados de naranja,
ananá, pomelo, manzana, mandarina, durazno, frutilla, pera y
multifruta, distribuidos en una importante cartera de clientes, en la
que se encuentran La Anónima, Diarco, HiperMay y con presencia en
las provincias de Buenos Aires, Formosa, Chaco, Salta, Misiones,
Corrientes y en toda la Patagonia.
Este año se sumaron al mercado de
aguas saborizadas. De los 22 socios fundadores de la cooperativa, hoy
la planta cuenta con 53 trabajadores gracias también al apoyo del
Estado Nacional que con subsidios del Ministerio de Trabajo primero,
y Desarrollo Social después, les permitió comprar nuevas máquinas
y materias primas, fabricar sus propios envases y sumar
personal.
"Estamos muy orgullosos de ser dueños de nuestro
trabajo. No pensamos esto únicamente para nosotros sino también en
nuestros hijos y nietos, queremos que quede para ellos", afirma
Aguirre.
30 de
Octubre de 2014
Cooperativa de
Trabajo Citrus Argentina
Tiene suin, baila suin, goza suin, QUE RICO EL SUIN!!
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